dijous, 29 de novembre del 2012

JUSTICIA Y MUJER - Por: ANA MARIA PÉREZ DEL CAMPO

Justicia y mujer
Ana María Pérez del Campo

La situación actual hace que la sociedad civil organizada, en este caso las mujeres, planteemos la necesidad de reforzar las instituciones democráticamente, porque lo que esta ocurriendo es que la adaptación del sistema en cuanto a igualdad, en cuanto a no discriminación por razón de sexo, se convierte en la práctica en una especie de discurso evanescente.
La forma de hacer democracia, de construir democracia, es la participación ciudadana. Digo esto con independencia de las circunstancias que rodean a las mujeres a las que enseguida me voy a referir. No se puede hablar de un sistema democrático que en la actualidad (y es de conocimiento común) tiene a la ciudadanía dando la espalda a la función política, y a sus representantes políticos y en el que la institución judicial resulta una de las peores consideradas entre las instituciones.
Nosotras damos este paso para lograr que la democracia como sistema se sustente en la participación ciudadana que ahora les da la espalda. A mayor abundamiento: ¿Qué ocurre con las mujeres? Ocurre que todos los recortes, sin excepción, les afectan en mayor proporción. Hablo del empleo, de la educación; hablo de la sanidad, y alguien podría decirme que “enfermos se ponen hombres y mujeres”, sí pero en temas como la sanidad o la educación, quienes gestionan las enfermedades y la educación son las mujeres. Ocurre, además, que dentro del 50 % de la población se encuentran colectivos excepcionalmente afectados, como son los colectivos monoparentales. Me refiero a mujeres separadas y divorciadas, a madres solteras y viudas. ¿Qué decir de la Ley de Dependencia y de la forma que afecta a la mujer, al tratarse de una ley que se basa en el trabajo. Eso es una catástrofe para las mujeres. Esta sociedad que sigue siendo machista y patriarcal, no solo nos ha asignado la función de cuidadoras, sino que además “nos concede” la tarea de trabajar con todas aquellas personas que componen la ciudadanía discapacitada. Tampoco podemos olvidar el retroceso que nos lleva a los inicios del siglo pasado con la propuesta incalificable de la reforma de La Ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo. Las mujeres sumamos más de la mitad de la sociedad dentro de la especie humana, por lo que estas situaciones nos afectan de forma gravísima, lo mismo que nos acontece con las guerras, se sigue diciendo que las mujeres no van a la guerra. Lo cual no es cierto, pero además padecen la guerra como trofeos del ganador, las violaciones de mujeres se convierten en un arma más de combate contra el enemigo, en una forma de conquista y humillación de los varones hacia los otros combatientes. Lo mismo que las guerras, nos afectan las crisis económicas, de cuya producción somos ajenas. La mujer no es responsable de la crisis económica que soporta; esta crisis es obra de los gobernantes y de los centros de poder en la que los varones están ubicados con una representación más que evidente. Hay que empezar a explicar claramente que esta crisis es una manifestación del fracaso del capitalismo que no tiene más solución que el refuerzo y la lucha por una autentica democracia, hasta ahora solo hemos tenido como sistemas de gobierno, las dictaduras y la democracia. Para nosotras la democracia es fundamental, pero hablamos siempre de una democracia real, no de una ficción de democracia que es lo que está indignando a hombres y a las mujeres que toman la calle pacíficamente y que son reprimidos con brutalidad. Ellos y ellas.
Esas son las razones que nos mueven dentro de la generosidad que es común a nuestro sexo, caracterizada por la preocupación hacia los demás, el trabajar por lograr un sistema que funcione para todos/as y con todo/as s y eso es lo que hicimos ayer con el Consejo General del Poder Judicial. Explicábamos así la necesidad de conseguir que las instituciones funcionen: “En momentos tan críticos como los que en la actualidad nos acucia, en los que la mujer, si no lo remediamos volverá a ser protagonista de nuevas discriminaciones en todos los órdenes de la vida, pagando las consecuencias de una crisis económica ajena a su responsabilidad --como ya está ocurriendo--, con riesgo evidente de un aumento en la violencia que soporta y una mayor impunidad del agresor por la falta de medios y recursos de las víctimas…” (Ver aquí el escrito entregado al presidente del CGPJ por los colectivos de mujeres).

Actuaciones de este tipo son las que vamos a llevar a cabo con todos los partidos, porque creo que esta preocupación que nosotras hemos puesto de relieve, en primer término la deberían poner los que nos gobiernan. Debo insistir: De espaldas a la sociedad no se puede gobernar. Si así se hace, los ciudadanos saldrán gritando, con razón, “no nos representan”.
El precepto constitucional de que la Justicia emana del pueblo tiene que resultar en la practica un hecho real, por eso le dijimos al Gobierno de los jueces que el trabajo bien realizado por el Observatorio de la Violencia Domestica y de Género tiene que ser ampliado, consolidado y que esa ampliación tiene que dar entrada a la representación ciudadana que constituimos las mujeres. Que, por cierto, somos las víctimas exclusivas de la violencia de género.
Y no puedo concluir este artículo sin hacer referencia a la barbaridad de Albacete con el asesinato de una niña de 13 años: Eso es lo que yo llamo terrorismo de género y eso es lo que hay que erradicar con la misma voluntad política, con el mismo esfuerzo y con el mismo interés con que se ha erradicado el terrorismo etarra.